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João, de Paloma González Rubio, finalista del premio Hache 2021
La deliciosa novela João, publicada por Edelvives, está ambientada en el mar y ofrece el mar como una alegoría de la pureza, la inocencia y la libertad. Tras ganar el premio Alandar en 2019, ahora es finalista del premio Hache 2021.
Este prestigioso premio lo convoca la ciudad de Cartagena. Se trata de un premio muy especial, puesto que el jurado que elige al ganador entre los autores finalistas está formado por cientos de lectores de entre 12 y 14 años. La organización también es singular, ya que se realiza mediante comités que leen las obras preseleccionadas, deliberan y emiten su voto. Además, mientras la convocatoria está abierta, los autores finalistas tienen la ocasión de encontrarse con los miembros de este peculiar jurado en visitas a los centros escolares.
Hablamos con Paloma sobre esta novela, la candidatura al premio y sobre otros proyectos.
El premio Hache forma parte de un proyecto de educación lectora que involucra a cientos de lectores adolescentes. ¿Qué te hace sentir que tu obra haya sido elegida como finalista?
Me siento halagada y abrumada a partes iguales. Es cierto que una vez que publicas una obra pierdes el control sobre ella y muchas veces te preguntas si será o no valiosa para la persona en cuyas manos ha caído. En el caso del premio Hache, la dinámica del premio te facilita numerosos encuentros directos con tus lectores. Me dicen qué les ha gustado, qué no, me ponen frente a frente con todas las decisiones que tomé y eso es un gran privilegio, una ocasión única que se brinda a muy pocos escritores porque siempre te llevas una mirada o un significado nuevos.
La novela João tiene como protagonistas a dos adolescentes, João y Miguel (o Chinchorro y Chinche, como los llaman en su entorno), ¿estaba pensada para este público en concreto?
La literatura juvenil ha supuesto toda una revelación para mí. Me enriquece muchísimo. Trato de descubrir lo mismo que descubren mis personajes a través de sus ojos y ese acercamiento me regala otras miradas sobre el mundo, más ricas, más esperanzadoras.
El mar es un elemento esencial de la novela (así como un protagonista indiscutible de otros proyectos literarios tuyos), ¿cuál es tu vinculación con el mar? ¿Qué es lo que lo hace tan inspirador?
El mar es un espacio en el que no existen ni la seguridad ni las certezas. Te obliga a vivir el presente, a observar sin descanso. Como se dice en João: «En el mar un error puede ser fatal, costarte la vida». A mí la navegación me ha regalado el prestar atención a vivir cada instante, a estar atenta a las personas con las que compartes travesía y, sobre todo, me ha enseñado qué es importante llevar contigo, a renunciar a lastres innecesarios que nos imponen servidumbres que nos distraen de lo esencial.
El mar sirve como escenario, como tema y también nutre la historia de simbología, metáforas y lenguaje. De hecho, se dice que el lenguaje que habla João es el lenguaje del mar, ¿qué es lo que se quiere decir con ello? ¿Se podría hablar el lenguaje del mar en tierra?
Hay una gran parte de simbología y palabras que han pasado del lenguaje de la navegación al lenguaje de tierra, lo que sucede es que no somos conscientes de ello. Lo que yo busqué con este uso poco convencional del lenguaje del mar era sugerir conceptos nuevos para la vida en tierra, para definir situaciones que un buen salvaje como João no podía comprender si no era a través del lenguaje del mar.
«Creo que en la actualidad no se enseña a asumir las responsabilidades, a ser autosuficiente».
Una de las metáforas que vertebra el libro es la expresión a son de mar. João, cuando está de visita en casa de Miguel, la pone a son de mar, es decir, coloca las cosas como deberían estar en un velero para que se caigan o se pierdan. ¿Crees que podemos poner también nuestra vida a son de mar? ¿Cómo?
Sí, creo que es una asignatura pendiente en la vida en tierra de gran parte de las familias. Hay un momento en el libro en el que Miguel se da cuenta de que hay varios relojes en su casa: a uno le faltan pilas y los otros dos marcan horas diferentes. Si nos detenemos a pensar, ¿no sobran dos relojes? Esta anécdota es un buen ejemplo de nuestra negligencia a la hora de acumular y descuidarnos de la atención por lo verdaderamente necesario. Creo que en la actualidad no se enseña a asumir las responsabilidades, a ser autosuficiente. En nuestros hogares se confía en que otro vendrá detrás de nosotros a hacer lo que es preciso mientras nosotros miramos a otro lado, desde cambiar una bombilla a colocar cada cosa en su lugar. Si todos siguiésemos la sencilla norma de hacer lo que nos corresponde cuando surge una necesidad ante nosotros, descargaríamos a miembros de la familia sobrecargados, regalaríamos tiempo de calidad a cada tripulante de nuestro hogar…
Y seguramente nos plantearíamos en más de una ocasión que demasiadas cosas, demasiado lastre, nos consumen una buena parte de tiempo y dedicación y nos hacen restarlo a otras cosas mucho más importantes, como compartir tiempo con los nuestros, fomentar los encuentros, que son —más que las cosas— los que de verdad nos cambian la vida.
«No podemos virar a capricho, decidir que el puerto de destino puede cambiar simplemente porque el viento con el que nos ha tocado navegar no es favorable».
Otro de tus proyectos literarios recientes, Aurora, también tiene ambiente marinero. Sin embargo, por su construcción es un proyecto diferente, formado, hasta ahora, por dos novelas colectivas: Aurora o nunca y Aurora y en la hora. ¿Nos podrías hablar un poco del proceso de escritura de estas novelas? ¿Cómo es escribir en colectivo? ¿Qué dificultades y retos se plantean?
Aurora es un proyecto único a cargo de una tripulación de la que me siento muy orgullosa de formar parte: novelas (no libros de relatos) escritas a diez, once manos, por escritores cuya sola mención da vértigo por su maestría… que tan pronto ejercen de grumetes como de capitanes, por turnos. Cada título de Aurora es una novela. No nos emplazamos para participar en una regata cada uno con su embarcación y su forma de navegar, que es lo que viene a ser un libro colectivo de relatos, sino un viaje único. Aurora es nada más y nada menos que un solo barco con una tripulación numerosa, en el que, cuando nos corresponde a cada uno, nos ponemos al timón… y debemos responder ante los demás de que seguimos el rumbo pactado. No podemos virar a capricho, decidir que el puerto de destino puede cambiar simplemente porque el viento con el que nos ha tocado navegar no es favorable. Hay que esforzarse por el bien de la travesía, de la historia. El proyecto Aurora es una aventura única en el ámbito de la literatura: el barco (la historia) y su destino antes que la gloria de los miembros de su tripulación. ¿Dificultades? Todas. Cada uno queremos navegar como más nos favorece, pero el rumbo manda. Es un proyecto en el que prima la generosidad y el compañerismo y convivimos en el difícil día a día de lo inesperado y en la necesidad de disponer de nuestro entorno a son de mar.
Nos despedimos de Paloma deseándole un buen viento para sus próximos proyectos y con muchas ganas de abordar la lectura de sus últimos libros publicados.
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