Han pasado tres años desde el final de la primera parte de Mujercitas. La guerra ha finalizado y las hermanas March se reencuentran, ya en la edad adulta, y empiezan a formar sus propias familias. La vida les deparará grandes sorpresas y les mostrará que la felicidad no se encuentra donde ellas esperaban…
Este tomo corresponde al texto íntegro de la segunda parte de Mujercitas. Tras el éxito inmediato de la primera parte y las peticiones de los lectores, Louisa May Alcott publica la segunda parte en 1869, tan solo un año después.
En esta segunda parte, Meg, la hermana más convencional, formará pronto una familia; Jo intentará convertirse en escritora y seguirá publicando sus historias en prensa; Amy viajará por Europa para continuar con su formación artística; y la frágil Beth las acompañará hasta el límite de sus fuerzas.
En esta ocasión, Antonio Lorente vuelve a aportar todo su genio retratístico para ilustrar el alma de las protagonistas de la segunda parte del clásico de la literatura estadounidense. Más de 150 años después de su publicación sigue siendo un éxito de ventas.
Esta cuidada edición en cartoné contiene un gran número de ilustraciones a color a doble página y página completa.
Jo March, la heroína de Mujercitas, ha inspirado a numerosas escritoras, que han visto en ella un modelo a seguir, entre ellas figuras como la filósofa Simone de Beauvoir, la cantante y poeta Patti Smith o Elvira Lindo.
El álbum ilustrado incluye un apéndice biográfico que repasa la vida y la obra de Louisa May Alcott. ¡Una edición especial perfecta para regalar!
El ilustrador Antonio Lorente, que se dio a conocer al gran público con Genios (traducido al italiano y al ruso) y que consolidó ese éxito con Peter Pan y Ana la de Tejas Verdes, aporta su brillante genio a las protagonistas de este clásico.
La reconocida autora Louisa May Alcott fue una entregada defensora de los derechos de la mujer y, hacia el final de su vida, también abolicionista. Mujercitas fue su obra más destacada y tuvo un éxito abrumador.
«Entonces estoy satisfecha. Pero, por favor, dadme todas abrazos y besos, y no os preocupéis por mi vestido; hoy quiero que acabe con muchas arrugas de ese tipo. —Y Meg abrió sus brazos a sus hermanas, que se aferraron a ella con semblantes abrileños, por unos momentos, sintiendo que el nuevo amor no había cambiado el antiguo.»